Hay momentos en los que parece imposible dejar de pensar.
La mente va de un lado a otro, repasa lo que hicimos, lo que dijimos, lo que deberíamos haber hecho… y lo que podría pasar.
Y aunque entendemos lo que nos ocurre, sentimos que no podemos parar.
En apariencia, esto se ve como “exceso de pensamiento”.
Pero desde una mirada terapéutica, ese ruido mental suele ser una defensa frente a un vacío emocional que no queremos sentir.

La mente como mecanismo de defensa
La mente es maravillosa: nos da estructura, lógica, análisis y seguridad.
El problema no es pensar. El problema es cuando solo pensamos.
Desde pequeñas aprendimos que la mente era nuestra mejor aliada:
“Piensa antes de actuar”, “No te dejes llevar por tus emociones”, “Sé racional”.
Así fuimos construyendo una identidad donde sentir parecía un riesgo.
Con el tiempo, ese exceso de control mental se convierte en una forma de protección.
Pensar sin parar nos mantiene lejos del dolor, de la incertidumbre, de lo que no podemos controlar.
Pero también nos desconecta de lo más esencial: nosotras mismas.
Muchas mujeres llegan al acompañamiento terapéutico diciendo:
“Entiendo todo, pero sigo igual.”
Y es ahí donde se abre la puerta al trabajo más profundo.
El vacío emocional no se llena con explicaciones,
sino con presencia, con escucha interna, con sentir.
Cuando la mente se acelera, suele ser una señal de que algo dentro está pidiendo espacio: una emoción no expresada, una tristeza postergada, un miedo que necesita ser mirado.
El pensamiento se convierte en una capa de protección: mientras pienso, no siento.
Pero el cuerpo sí lo siente. Se tensa, se cansa, se endurece.
Y poco a poco, esa desconexión entre mente, emoción y cuerpo se traduce en ansiedad, agotamiento o sensación de estar “vacía por dentro”.

Aquí es donde el acompañamiento terapéutico cobra sentido.
Porque muchas veces no basta con entender lo que nos pasa,
necesitamos un espacio seguro donde ponerle cuerpo y emoción a esa comprensión.
Un buen acompañamiento no busca eliminar pensamientos,
sino ayudarnos a escuchar lo que hay detrás de ellos.
A poner nombre al miedo, al cansancio, al dolor o a la necesidad de control.
Y cuando eso ocurre, la mente se calma por sí sola.
No porque la hayamos “apagado”, sino porque ya no necesita defendernos.
Si sientes que entiendes todo, pero tu mente sigue sin parar, te acompaño a mirar qué hay detrás de ese ruido, para que vuelvas a sentir calma, claridad y coherencia interna.
Plantilla Flor Abiuso - Fórmula Unicornio | Creado con © systeme.io